Mi particular historia sobre un verdadero y maravilloso encuentro con un hombre como no había conocido otro.

jueves, enero 05, 2006

Cómo vi yo el inicio de todo

En la tarde del 2 de julio de 2005:

Desde hace varios días yo he estado muy emocionada planeando y disfrutando mi próximo cumpleaños. Voy a cumplir 40 años. Tengo dos hijos y estoy casada. Mi matrimonio es un equipo de trabajo que ha funcionado bien, con sus bemoles, y donde cada quien hace su parte para mantener la rutina de casa. Con mis cuates del trabajo he planeado mi cumple, además de con mi hermana Moni y mi prima favorita, Machus. Estoy muy emocionada porque tengo el maravilloso presentimiento de que la noche será extraordinaria. No sé por qué razón siento esto... Estoy segura de que será una magnífica noche porque yo estoy con la convicción de que cumplir estos 40 años es el inicio de una etapa padrísima. Me siento joven, fuerte, segura, libre.

Mi consorte es un tipo que no tiene inconveniente en que yo vaya a la discoteca sola, quiero decir, sin él; se va a quedar a cuidar a los niños esa noche.

Yo me preparo cuidadosamente: fui a una estética diferente, no tan raspa como a las que iba, para hacerme un corte de pelo que me haga ver más bonita; me baño muy bien, me limpio toda, me ponga una falda roja, una medias de red que me encantan, y una blusa sin mangas, negra y semitransparente, que me haga ver hermosa. Me puse unas gotas de un perfume que me gusta. Yo estaba "matadora". Al dar la hora, me voy a casa de mi prima donde secretamente me espera mi hermana: mi consorte no la soporta, y a pesar de eso, yo no podía dejarla afuera de mi celebración: ¡es mi hermana y él no entiende eso! Además, Moni está emocionada, no tanto como yo, pero le ha gustado la idea. Ya desde hace tiempo sabía de mis parrandas con Machus ("noche de viejas y solteras"). Ella no podía ir por ciertas razones personales, pero para esta noche, ¡no tenía pretexto!

Las tres fuimos a la disco R en el Pedregal, en el sur de la ciudad, que nos recomendó mi primo Jaime. Estuvimos una hora en esa pinche disco, haciendo bola junto con otras 50 personas, todos nenes caguengues y mamoncitos de veintitantos años. Me harté de que no nos dejaran pasar. Decidimos irnos a donde yo he ido antes y siempre me ha gustado la música y el ambiente de adultos: Sixties, en la colonia Condesa.


En la noche del 2 de julio de 2005:

Estoy ansiosa de ya llegar al Sixties. No sé por qué. Siento que se me acaba la noche y no quiero desperdiciar ni un minuto en el tráfico; pero cruzar la ciudad por Insurgentes, desde el Pedregal hasta la Condesa, en sábado de juerga, fue lentísimo. Ni modo, me aguanté y por fin llegamos. Le dimos el coche al valet parking y entramos. Nos dieron una mesa horrible, escondida. Ni modo. Yo no me iba a dejar desanimar por ese pequeño detalle esta noche. La música que yo esperaba, de una banda muy rockera, no se escuchaba. Ese día habían invitado a Cristal y Acero, una banda MUY heavy, incluso para mí. ¡Horrible! Ya ningún cuarentón que estaba ahí, como nosotras, lo soportaba. Al fin, se acabó. Y empezamos a bailar nuestra música. Moni y yo saltamos a la pista. Después de un rato, unos muchachos nos acompañaban. Bueno, unos hombres de mi rodada. "¡Qué suerte!", pensé yo, porque sí me gusta bailar, pero no era mi fascinación hacerlo sola o con mi hermana toooooda la noche.

Nos sentamos, cada quien en su mesa, y al rato, otra vez, en la pista estábamos. El muchacho que bailó conmigo pronto estaba con mi hermana, y su compañero estaba frente a mí, con una sonrisa radiante, la cual entendí así porque la música sólo nos permitía recordar nuestras mocedades, y yo estaba de esa manera, feliz, emocionada y muy contenta.

Ese hombre, de camisa roja, con pantalones de mezclilla y cabello todo alborotado, bailó conmigo un buen rato. Yo estaba fascinada: estaba bailando con unhombre para mí solita, jeje. Dejé de prestarle atención a mis acompañantes, pues el baile con este hombre empezó a ser hipnotizante.

Los ritmos cambiaron, y yo seguía bailando con él. Me decía palabras extrañas, quiero decir, hacía comentarios inusuales: "Hueles a fresa", por ejemplo, a lo cual yo me reía porque ni siquiera era de fresa mi perfume. Yo, repelente todo lo cursi, ¡jamás hubiera esperado un comentario así! También usó el clásico "Quiero hacerte el amor", a lo cual solté una laxa carcajada. "Caray, qué original", pensé.

Lo cierto es